"Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice" Isaías 43:7



lunes, 26 de septiembre de 2011

Las plagas de Egipto : El señorío de Jehová.


La trama o tema central de los caps. 7-11 de Éxodo,  trata de los eventos que llevaron a la liberación del pueblo. Simultáneamente, en una forma magistral, se desarrollaron tres tramas secundarias que aumentan el drama de los encuentros y ayudan a mantener el interés en el relato:
  1. El conflicto entre Jehová  y los dioses (o la teología) de los egipcios. Fue más bien una confrontación teológica y no tanto una demostración de poder divino.
  2. El cambio de actitud de los líderes egipcios hacia Jehová  y su siervo Moisés. De despreciarlos, ponerlos en ridículo y divertirse con ellos, poco a poco fueron llegando a tomar en serio a Moisés y a la autoridad de Jehová .
  3. La presión constante de faraón para negociar con Moisés para reducir las demandas de Jehová . El egipcio buscó un arreglo con Moisés para no perder su prestigio ni a Israel. Quiso regatear con Dios. En todo esto se ve a Dios ablandando el corazón endurecido de un tirano cruel.

Se ha hecho notar que las primeras nueve plagas vinieron en tres ciclos de tres plagas cada uno. La primera, la cuarta y la séptima vinieron después de una advertencia hecha por Moisés al faraón en encuentros al aire libre. El segundo ciclo, o sean la segunda, quinta, y octava plagas, vino después de advertencias en encuentros con faraón en el interior del palacio. La tercera, sexta, y novena plagas vinieron sin aviso previo. En la siguiente tabla se ilustran los ciclos:

Primer ciclo (Advertencia fuera de palacio)

1.     Sangre
4.     Moscas
7.     Granizo

Segundo ciclo (Advertencia en palacio)

3.     Ranas
5.     Ganado
8.     Langostas

Tercer ciclo (Sin advertencia)l

3.     Piojos
6.     Ulceras
9.     Tinieblas

En el esquema se nota el crecimiento dramático de la intensidad de las plagas: Comienzan como molestias; progresivamente, por la terquedad del faraón, afectan la vida económica del país, y finalmente vienen las tinieblas, el preludio a la muerte de los primogénitos de los egipcios.

En el Antiguo Testamento hay listas de las plagas también en Job 78:43-51 y Salmos 105:28-36; sin embargo, no concuerdan en todo con los detalles que se dan en Éxodo. Ninguna explicación de las diferencias presentadas hasta ahora es completamente satisfactoria. Posiblemente la respuesta está en reconocer el estilo poético de los Salmos, que procura más bien el ritmo para acompañar la verdad teológica presentada en vez de seguir el orden estrictamente cronológico de Éxodo.

En cuanto al Nuevo Testamento, hay referencias a las plagas solamente en Apocalipsis 8 y 16. Aquí también se encuentran en una forma modificada. En Apocalipsis 16 se trata de siete copas de juicios, y se repite la frase pero no se arrepintieron (Ap. 16:9, 11) como un recuerdo de la resistencia obstinada del faraón a la obra de Jehová . Con la literatura apocalíptica vale la pena recordar el significado hebraico de los números. Estos juegan un papel importante en lo que un autor inspirado quiere enseñar. El uso teológico de los números a veces puede explicar la razón de las modificaciones encontradas en los textos: Tres es el símbolo de deidad; cuatro representa el mundo; seis es el número de la maldad o lo imperfecto; siete es el número perfecto; diez representa lo completo; y doce es el número ideal.
Los egipcios y los cananeos consideraban la creación unida inextricablemente con la naturaleza de sus dioses. Israel veía la naturaleza como la creación de Dios. Así pues, los hebreos evitaban el peligro del panteísmo, el cual iguala a Dios y la creación, y el deísmo, que niega el control de Dios sobre el mundo que ha creado. Las Escrituras enseñan que Jehová  mantiene su señorío sobre la historia y la creación. Las plagas (mejor entendidas en Éxodo como “aflicciones” en vez de "enfermedades”) son demostraciones de esto y reflejan claramente el conflicto teológico entre la fe bíblica y la egipcia.

Las siguientes características de las creencias egipcias muestran la diferencia entre el concepto de Dios en el Antiguo Testamento y el que tenían los egipcios:
  1. Los egipcios consideraban al faraón como un dios poseedor de poderes sobrenaturales. Lo identificaban con Horus, el señor de los cielos, en su autoridad absoluta, y con Re, el dios del sol —el dios creador—, en su poder.
  2. Con el clima prácticamente sin lluvia, el río Nilo era lo que hacía posible la vida. Consecuentemente, los egipcios lo veían como la fuente de su existencia y lo hacían objeto de adoración.
  3. Además, los egipcios reverenciaban toda vida animal (incluyendo los insectos). La veían como algo sobrehumano y la deificaban.

Las plagas fueron actos justicieros contra todos los dioses de Egipto (12:12b): fueron más que simples juicios contra un rey obstinado. Sin embargo, las señales y prodigios (v. 3) atacaron la teología errónea de los egipcios acerca del faraón como un ser divino, de las creencias acerca del sol y del río Nilo y de la reverencia (deificación) de toda vida animal. Las plagas fueron demostraciones históricas de la soberanía de Jehová  sobre la historia, sobre la creación y sobre todos los hombres.

Se ha sugerido que las plagas descritas en Éxodo pueden estar relacionadas con una serie de fenómenos naturales las cuales pueden haber ocurrido en el antiguo Egipto. Por ejemplo, el transformar las aguas del Nilo en sangre puede ser considerado como una rara crecida del río en el mes de julio y agosto. El río llega a ser “como sangre” debido a la presencia de tierra roja arrastrada en suspensión desde las cuencas del Nilo Azul y el Atbara. Sin embargo, semejante explicación no aclara la presencia de semejante “sangre” en los valdes de madera y en la vasijas de piedra en toda la tierra de Egipto (7:19). Tampoco aclara la primera señal que Moisés hizo en presencia de los israelitas (4:30), o aquellas ejecutas por los magos egipcios (7:22). Aún más, el texto enfatiza la fuente divina de tales eventos.

Mientras los 11 episodios en 7:8–11:10 tienen la misma forma básica, cada uno contribuye algo distinto a la totalidad de la historia.

7:8–13 La vara se transforma en serpiente. Es interesante que la confrontación entre Moisés y el faraón comienza con el rey egipcio demandando señales  (4:21; 7:3); la misma palabra heb. se traduce “maravillas” y “prodigios” en 11:9, 10. Obviamente, el faraón estaba convencido de que en una demostración de fortaleza él tenía el poder, a través de sus hechiceros, para vencer a Moisés. Aun mientras ellos fueron suficientemente poderosos para reproducir la señal de la vara de Aarón transformada en una serpiente, su poder fue menor; la vara de Aarón se tragó las varas de ellos (12).

7:14–25 El agua se transforma en sangre. Por medio de una cuádruple repetición de los detalles asociados con el agua transformada en sangre, el relato destaca la extensión y la seriedad del prodigio ejecutado juntamente por Moisés y Aarón: Hubo sangre en toda la tierra de Egipto (21).

8:1–15 La plaga de las ranas. La solicitud del faraón a Moisés (rogad a Jehová para que quite las ranas de mí y de mi pueblo) introduce en esta sección un tema que será recurrente en otros episodios. El faraón reconoció la capacidad de Moisés de mediar con Dios para la restauración de las condiciones normales en Egipto (8:28–31; 9:28, 29, 33; 10:17, 18).

8:16–19. El polvo se convierte en piojos. Abreviando la forma de presentación encontrada en otros episodios, esta breve sección se centra en la reacción de los magos egipcios a la plaga de los piojos. Incapaces de duplicar lo realizado por Moisés, admitieron ante el faraón: ¡Esto es el dedo de Dios! (19)

8:20–32 La plaga de las moscas. En este episodio se da a una detallada atención a la negociación entre el faraón y Moisés sobre dónde los israelitas podían sacrificar a su Dios. El relato destaca la falsedad de faraón en que una vez que Moisés había orado a su favor él se negó a permitir que el pueblo fuera. Similar falsedad se revela en 9:34 y 10:16, 17.

9:1–7 La muerte del ganado. El hecho característico de esta sección es la distinción que fue trazada entre israelitas y egipcios. La plaga que vino sobre el ganado trajo muerte sólo a los animales egipcios: de los hijos de Israel no había muerto ni un solo animal (7).

9:8–12 La plaga de las úlceras. Este corto episodio se asemeja mucho a 8:16–19. Llega a su clímax en el comentario que los magos egipcios no pudieron permanecer en la presencia de Moisés. Si bien, inicialmente, habían sido capaces de desafiar a Moisés y Aarón, ahora los magos se encontraban a sí mismos débiles e impotentes ante estos prodigios milagrosos.

9:13-35 La plaga del granizo. En contraste con el episodio anterior éste es mucho más detallado. A través de referencias repetidas a “Jehová”, el relato se centra en su divino poder. Se nos recuerda que Moisés fue sólo un agente de Dios y que el propósito de los diferentes prodigios fue el de demostrar el poder soberano de Dios.

10:1–20 La plaga de las langostas. El hecho más notable en este episodio es la actitud de los funcionarios del faraón. Después que Moisés anunció el envío de langostas, ellos inmediatamente trataron de persuadir al faraón de que reconsiderara su posición. A estas alturas, los funcionarios estaban convencidos de lo absurdo de detener a los israelitas de ir y adorar a su Dios. Sin embargo, el faraón estaba preparado para dejar ir sólo a los varones; las mujeres y los niños deberían quedarse. Aparte de un breve comentario en 9:20, 21, ésta es la primera indicación de una discrepancia entre la actitud del faraón y la de sus siervos hacia los israelitas.

10:21–29 La plaga de las tinieblas. El hecho más distintivo de este episodio es su conclusión. La referencia al endurecimiento del corazón del faraón indica el fin de casi todos los otros episodios, pero no de éste. Se agregan varios versículos que llaman la atención a una nueva etapa en la trama. Mientras que los otros episodios concluyen con Moisés habiendo ya abandonado al faraón, el mandato que Moisés debe retirarse (28) revela que él estaba aún en la presencia del faraón. El relato también destaca, como no ocurre en otro lugar, el profundo odio del faraón hacia Moisés; si Moisés aparecía nuevamente ante él, de cierto que moriría. Con este clímax, la escena está preparada para el episodio final en la serie.

11:1–10 Se anuncia la muerte de los primogénitos. Mientras aún se encontraba en la presencia del faraón, Moisés recibió una nueva revelación de parte de Dios. Habría una última plaga que causaría que el faraón dejara ir al pueblo. Moisés anunció inmediatamente la plaga al faraón: todo primogénito en la tierra de Egipto morirá (5). Con este pronunciamiento final, Moisés dejó la presencia de faraón muy enojado. Como consecuencia de la renuencia del faraón para escuchar, Egipto experimentaría uno de los más terribles ejemplos del poder de Dios. Después de esto los israelitas saldrían. Si bien el v. 10 marca el fin de un ciclo de episodios que comenzaron en 7:8, nuevas etapas en la trama se anticipan en este episodio final.